Herencia hispana: por qué importa el español

La Mezquita, or Cathedral-Mosque of Córdoba, southern Spain, is considered one of the treasures of humanity and is a UNESCO World Heritage Site. Its majestic geometry embodies the encounter of Africa, Europe, and Asia that unfolded in complex ways in medieval Spain and helped shape the modern Spanish language.

La Mezquita y Catedral de Córdoba, en el Sur de España, se considera uno de los tesoros de la cultura humana y está entre los sitios de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En su majestuosa geometría, logra plasmar el complejo encuentro de Áfria, Europa y Asia que se fue desarrollando a lo largo del Medioevo ibérico, y que influyó profundamente en la evolución de la lengua española moderna.

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Es fuerte el predominio del español entre las lenguas extranjeras en Estados Unidos. Lo estudiaban 865,000 universitarios en el 2009; lo seguían el francés (216,000) y el alemán (96,000). El español convoca a más alumnos que todas las demás lenguas extranjeras juntas. En los grados K-12 (para usar el término norteamericano) de las escuelas públicas, las cifras son aun más abrumadoras: en 2007-08, 6.4 millones de alumnos cursaban español (el 72% de todos los estudiantes de lenguas extranjeras) al lado de apenas 1.3 millones para el francés en el segundo puesto.

¿Por qué se estudia tanto “la lengua de Cervantes” en EE.UU., si bien no siempre con un éxito rotundo? A continuación, algunas de las motivaciones más comunes:

Una población grande y creciente. La población hispanohablante de EE.UU., más de 40 millones, sobrepasa a las de la casi totalidad de los países hispanos. Para muchos norteamericanos, las cifras del Censo de por sí demuestran la importancia del español y subrayan la conveniencia de aprenderlo. Por no hablar de la geografía, que ubica al país hispano más poblado del planeta en la frontera sur de EE.UU. y millones de hispanohablantes más en las Antillas, a poca distancia de las costas de la Florida.

Servicio comunitario.  Gran número de jóvenes de nobles ideales buscan aprender el español para poder desarrollar actividades de servicio a la comunidad inmigrante, en áreas tales como alfabetización, salud, asesoramiento legal y educación, o bien en misiones de fe religiosa. A su vez, estas interacciones devienen en muchos casos un vehículo para el “aprendizaje en servicio”, donde lo aprendido en el salón de clases se somete a la enriquecedora prueba de la experiencia real.

¿Lengua “fácil”?  La percepción del español como de fácil aprendizaje está muy difundida. De hecho, los universitarios norteamericanos típicamente lo ven como el modo más accessible de llenar el requisito de lengua extranjera de su institución. Es una verdad a medias: indudablemente, el español es una maravilla de consistencia gramatical y fonética, debido en gran medida a la Gramática de Nebrija (año 1492), una de las más tempranas para cualquier idioma moderno, como asimismo la fundación en 1713 de la Real Academia Española. Pero alcanzar un verdadero dominio de la lengua, ni remotamente puede considerarse tarea fácil.

¿Una lengua “cómica”? La frecuente fascinación con el llamado “Spanglish” —la incorporación de palabras y estructuras del ingles en el habla inmigrante— interpreta como cosa rara un fenómeno completamente natural cuando entran en contacto poblaciones con diferentes idiomas. Es un recurso lingüístico, no un dialecto ni mucho menos un idioma propio. El fenómeno inverso, bastante distinto, es el llamado “Faux Spanish” (falso español) entre angloparlantes: con frases como “no problemo” (no hay problema), “perfectamundo” (perfecto, perfectamente), “mucho macho” (muy macho, machote o hasta machista) y “el grande jefe” (gran jefe), transmite una actitud entre juguetona y burlona hacia el español y quienes lo hablan.

Lengua de trabajadores e inmigrantes. Muchos norteamericanos asocian el español con inmigrantes pobres, en muchos casos indocumentados  —percepción comprensible a la luz de las obsesiones mediáticas y políticas en la actualidad, y tal vez de la experiencia directa de muchas personas. Desde esta perspectiva, la utilidad del idioma pasa por la comunicación con los trabajadores, o por su supervisión en el lugar de trabajo. ¡Pero no se trataría en todo caso de un idioma “serio”, absurda noción expresada no hace mucho tiempo atrás por una prestigiosa escuela privada de Virginia que en su sitio web se jactaba de ofrecer, por razones de “rigor academic”, solamente francés! Una premisa similar animaba al juez que, en sonado caso de agosto de 1995 en un juzgado de familia de Amarillo, Texas, ordenó a una inmigrante mexicana que dejase de hablar con su hija de cinco años en español, lengua cuyo uso constituía “abuso infantil” y que condenaría a la niña a un futuro “de sirvienta”. (Tanto la escuela como el juez dieron marcha atrás posteriormente, tras sufrir sendas avalanchas de críticas públicas.)

Una cultura “pintoresca”.  En Estados Unidos, es común oir expresiones de fascinación por la cultura hispana, pasando éstas muchas veces por la salsa (cocina) y la salsa (música y danza). Sin lugar a dudas, hay muchísimo interés sincero. A la vez, con adjetivos como “colorido”, “pintoresco”, “simple” y “exótico” se pinta un mundo hispano de campesinos, de vida rural y pueblerina, de una vida sumergida en “la tradición”. Esta perspectiva puede, sin querer, terminar por situar a los hispanos o latinos en un pasado primitivo, incluso fuera del tiempo. En otra perspectiva común, el español es visto como lengua de lugares adonde van muchos universitarios durante el receso de primavera, y otros turistas, a hacer “vida loca”. Se trata, en muchos casos, de lugares que, en un pasado, Estados Unidos conquistó, ocupó o dominó. De hecho, es ésta la otra cara de la moneda de “la lengua de trabajadores ilegales”. Una larga historia de relaciones de poder  ha sembrado hábitos de pensamiento fuertemente arraigados.

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¡Tamaña mezcla de razones y motivaciones (y es sólo un muestreo)! Aquí hay una sincera inquietud por conocer otras culturas,  el llamado al servicio, la fe y el amor a la justicia. Al mismo tiempo, nos topamos en cierta medida con la romantización simplona, la condescendencia y agendas del poder.

Hay otras razones para estudiar y buscar profundizar el dominio del español, factores clave de su importancia de la lengua y de su aprendizaje, en estos comienzos del siglo 21.

Una lengua global. El español ya ocupa el segundo puesto entre los idiomas del mundo, de acuerdo al número de hablantes nativos, excedido sólo por el chino mandarin. Más de 410 millones de personas (más de 1 de cada 20 seres humanos) lo tienen como primer idioma, más que el inglés que ocupa el tercer puesto con unos 360 millones —aunque el inglés salta adelante del español si se cuenta a aquellos que lo hablan como segundo idioma. El portugués (al que me gusta llamar la lengua “melliza” del español, proximidad que el inglés no goza con ninguna lengua viva) tiene más de 220 millones de hablantes nativos, en su mayoría en la ascendente potencia que es el Brasil. Los hispanohablantes comprenden en buen grado el portugués y de por sí cuentan con un “envión” natural al abordar su aprendizaje.

Potencia económica. Los 53 millones de hispanos en EE.UU. (¡1 de cada 6 personas!) gastan unos $1.3 trillones (o sea millones de millones) anualmente y el producto bruto interno (PBI) de los países hispanos es de $3.4 trillones, igual a la potencia industrial que es Alemania. Si incluimos a la república hermana del Brasil, la cifra asciende a $5.9 trillones, a la par de Japón. Hay incontables mercados en que vender, trabajos a desempeñar, textos a traducir por personas que tengan un buen dominio del idioma (dominio, a fin de cuentas, inseparable de la comprensión cultural).

Una civilización mundial. Los idiomas encarnan la experiencia y creatividad de los pueblos. En el caso del español, esto abarca desde los antiguados legados íbero, celta, romano y germánico, además de la singular presencia rom o gitana (la palabra, derivada de “egiptano”, voz que da cuenta del paso de una porción de esa etnia errante por el Norte de África, por vía Egipto); casi un milenio de coexistencia cristiano-judío-musulmana; el primer imperio global de la historia; y, hoy, veinte sociedades multiculturales de herencia indígena, africana, europea y asiática. Como botoncito de muestra de la riqueza cultural plasmada en el español, consideremos cómo, en sociedades de fuerte mayoría cristiana, se expresa un deseo con la voz Ojalá, derivada del árabe (Inshallah).

El Caballero de la Triste Figura. El Quixote de Cervantes probablemente sea la obra de ficción más conocida y amada del mundo entero. Corona a una literatura que incluye la brillante poeta mexicana del siglo 17, Sor Juana Inés de la Cruz; ese maestro absoluto del estilo moderno, José Martí, caído en combate por la independencia de Cuba; el amado poeta chileno, Pablo Neruda; el argentino Jorge Luis Borges con sus misterios metafísicos; y los grandes relatores de nuestros tiempos, entre ellos el colombiano Garcia Marquez, el peruano Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, la chilena Isabel Allende y Julia Álvarez d la República Dominicana.

La recuperación de la propia herencia.  Para una considerable proporción de los hispanos nacidos, o al menos criados, en EE.UU., el inglés es su lengua dominante o posiblemente único (nótese la diferencia entre las cifras de población hispana, 53 millones, y población hispanoparlante, 40 millones). Para aquellos expuestos al español en la infancia, sobre todo en el hogar (los docentes de lenguas los llaman estudiantes “de herencia”), aprender el idioma puede constituir una poderosa experiencia de recuperación de un patrimonio cultural y familiar.

Una vision de la vida.  Llegar a dominar el español es aprender otra manera de estar en el mundo, una peculiar combinación de seriedad, humor, jerarquía y dignidad. El angloparlante que lo hace, aprende a dejar de lado ese ubicuo pronombre imperial de “I” (¡único pronombre que lleva mayúscula en inglés!), adoptando en su lugar el yo, usado con mucha más moderación: el español reviste cierta modestia.  Uno aprende palabras para relaciones y costumbres que el inglés no puede nombrar: comadre y compadre para quienes apadrinan el hijo de uno, o a la inversa, tocayo para quien comparte el mismo nombre, sobremesa para ese largo y placentero rato que se pasa en la mesa conversando después de la comida. Al decir “Hasta mañana”, se agrega en muchos casos “si Dios quiere”: pequeña pero significativa reverencia lingüística ante la Deidad, o simplemente las incógnitas del porvenir.

Hay muchas rázones validas para estudiar español. Puede ser parte de la preparación para vacaciones en Cancún, o para mejor el funcionamiento de la oficina de recursos humanos de una compañía, o mil cosas más. Pero reconocer en el español una pujante fuerza económica global, una literatura que se sitúa entre las grandes del mundo y un camino a la verdadera fluidez intercultural ofrecen otras razones para estudiarlo, razones que expanden la mente y cambian la vida.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Se reservan todos los derechos.

Se publicó una versión de este artículo en The Commercial Appeal (Memphis, TN) el viernes 27 de septiembre de 2013. Pablo J. Davis hizo sus estudios de pos-grado en Historia de América Latina en las universidades de Columbia y Johns Hopkins. Es traductor e intérprete profesionalmente certificado con larga experiencia, y especializado en traducción e interpretación legal; ofrece además entrenamiento en esos campos y en destrezas interculturales (www.interfluency.com).


Hispanic Heritage: Why Spanish Matters

La Mezquita, or Cathedral-Mosque of Córdoba, southern Spain, is considered one of the treasures of humanity and is a UNESCO World Heritage Site. Its majestic geometry embodies the encounter of Africa, Europe, and Asia that unfolded in complex ways in medieval Spain and helped shape the modern Spanish language.

La Mezquita, or Cathedral-Mosque of Córdoba, southern Spain, is considered one of the treasures of humanity and is a UNESCO World Heritage Site. Its majestic geometry embodies the encounter of Africa, Europe, and Asia that unfolded in complex ways in medieval Spain and helped shape the modern Spanish language.

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Spanish dominates foreign-language study in the US: 865,000 college students took it in 2009,  followed by French (216,000) and German (96,000). Spanish enrolls more than all other world languages combined. In K-12 public schools, the dominance is even greater: 2007-08 figures showed 6.4 million taking Spanish (72% of all foreign-language enrollment), French a very distant second at 1.3 million. Why is the “language of Cervantes” so widely studied (if not always mastered)? Here are some of the more common reasons:

A large and growing population. With around 40 million Spanish speakers, the US is exceeded only by Mexico, Spain, Colombia, and perhaps Argentina. Many see Census numbers alone as proving the importance of Spanish and making it “the language to learn.” Not to mention geography: the US shares a border with the most populous Hispanic country in the world, and millions more Spanish speakers live in the Caribbean, not far from Florida’s shores.

Community service.  Idealistic young people in substantial numbers pursue Spanish to help serve immigrant community needs such as literacy, health, legal aid, and education, or in missions of faith. In turn, those interactions often become an arena for “service learning” where classroom knowledge of the language is put to the enriching test of real-life experience.

It’s “easy”?  The perception of Spanish as easy to learn is widespread; many college students see it as a sort of “shortcut” to meeting language requirements.  It’s a half-truth: Spanish really is a marvel of grammatical and phonetic consistency, due in part to Nebrija’s 1492 Grammar (one of the earliest for a modern language) and the 1713 founding of the Royal Spanish Academy. But true mastery of the language is anything but easy to attain.

It’s “funny”? Fascination with “Spanglish”— incorporation of English words and patterns into immigrants’ spoken Spanish—treats as odd or unusual what is actually the natural result of any widespread contact between populations speaking different languages. In any case, this linguistic resource hardly amounts to a dialect, much less a separate language. Somewhat different is the popularity of “Faux Spanish”: dubious words and phrases such as “no problemo”, “perfectamundo”, “mucho macho”, or “el grande jefe” convey a playful, at times mocking, attitude towards Spanish and its speakers.

Language of labor. Many North Americans associate Spanish with poorer, often undocumented, immigrants—an understandable perception based on current media and political obsessions, and, for some people, personal experience.  Some knowledge of Spanish is useful to communicate with, and manage, laborers, in this view, but it’s not really to be considered a “serious language: the latter was actually the message a prestigious private school in Virginia explicitly placed on its website in the recent past, with the boast that for reasons of academic rigor, they proudly offered only French as a foreign language. The same unexamined premise was shared by the Amarillo, Texas family-court judge who infamously, in 1995, ordered a Mexican-born immigrant mother to stop speaking Spanish to her five-year-old daughter, on the grounds that using that language constituted “child abuse” and would condemn the girl to a future “as a housemaid.” (In each case, both school and judge, there was a later about-face in reaction to an avalanche of public criticism.)

A “quaint” culture.  It’s common to hear people express love for the culture, often in terms of salsa (cuisine) and salsa (music and dance).  Adjectives such as “colorful,” “quaint,” simple”, and “exotic” paint a Hispanic world of peasants, rural and village life, “traditions”. This view can unintentionally place Hispanic or Latino people in a primitive past, even outside of time. An associated perception sees Spanish as the language of places college students on Spring break and other tourists go to run wild, places—many of them—that the United States once conquered, occupied, or dominated. Indeed, this is the other side of the coin from language-of-manual-laborers. A long history of power relations has planted such deeply-rooted habits of thought in the dominant culture of this society.

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The reasons sampled above present quite a mix. Sincere interest in other cultures is there, as are a calling to service, faith, and love of justice. So, too, in some measure and in certain contexts, are simplistic romanticization, patronizing superiority, and power agendas.

There are also some other, crucial reasons why Spanish matters and why learning it is one of the best things you can do in the early 21st century:

A global language. Spanish now ranks second in the world in number of native speakers, with over 410 million (approximately 1 in 20 members of the human race), trailing only Mandarin Chinese. English, with over 360 million worldwide, is in third place, right behind (though it vaults into second place when we add the number of people who speak it as a second language). Portuguese, which I like to call Spanish’s “fraternal twin”—English has no such closely-related living language—has over 220 million native speakers, mostly in rising economic powerhouse Brazil; Spanish speakers can understand Portuguese to a considerable degree and have an automatic head-start in learning that language.

Economic power. The US’s 53 million Hispanics (1 in 6 people!) spend some $1.3 trillion annually; Spanish-speaking countries’ combined GDP, $3.4 trillion, equals industrial giant Germany (add sister nation Brazil, and the resulting grand total of $5.9 trillion matches Japan). There are countless markets to sell to, jobs to be done, and texts to be translated, by people who have significant mastery of the language (a mastery inseparable, in the end, from cultural understanding).

A world civilization.  Every language bears witness to a people’s experience and creativity.  For Spanish that includes ancient Iberian, Celtic, Roman, and Germanic legacies, as well as the unique Rom or “Gypsy’ presence (Spanish gitanos, a word derived from egiptanos and bearing witness to the passage of part of that wandering people into North Africa via Egypt); a near-millennium of Christian-Jewish-Muslim coexistence (albeit later shattered by crusades, expulsions, and inquisition); the world’s first global empire; and, today, twenty multicultural societies of indigenous, African, European, and Asian heritage.  Just one example of the cultural richness that Spanish embodies: in societies viewed as overwhelmingly Christian, one says ¡Ojalá! (Arabic Inshallah) for “I hope so!”

The Knight of the Woeful Countenance. Likely the world’s best-known and loved work of fiction, Cervantes’s Don Quixote crowns a literature that includes the brilliant 17th-century Mexican poet Sor Juana Inés de la Cruz; the greatest of modern stylists, José Martí, who died fighting for Cuban independence; Chile’s beloved poet Pablo Neruda, Argentina’s Jorge Luis Borges with his metaphysical mysteries, and master storytellers of our lifetime like Colombia’s García Márquez, Peru’s Vargas Llosa, Mexico’s Carlos Fuentes, Chile’s Isabel Allende, Julia Alvarez of the Dominican Republic.

Recovering one’s own heritage.  Significant numbers of US-born (or raised) Hispanics are English-dominant, even monolingual (note that the Hispanic/Latino population, at 53 million, is larger than the Spanish-speaking figure of roughly 40 million). For “heritage learners,” as the language-teaching profession calls those who grew up with significant home exposure to Spanish, learning it can be a powerful reclaiming of family and cultural legacy.

An outlook on life.  To master Spanish is to learn another way of being in the world, a peculiar combination of seriousness, humor, hierarchy, and dignity. The native English speaker learns to tuck away that ever-present, imperial pronoun “I” (the only one English capitalizes!), taking on a more sparingly-used yo: Spanish embodies a certain modesty.  One learns words for relationships and customs English can’t name: compadre or comadre if you’re their kid’s godparent, tocayo if you share the same name, sobremesa for staying at the table talking after a meal.  Saying “Nos vemos mañana” (See you tomorrow), one often adds “…si Dios quiere” (God willing): a small linguistic bow to the Deity, or simply to life’s unknowns. There are many valid reasons to learn Spanish; it’s fine as preparation for a Cancun vacation or to improve a company’s HR.  But recognizing Spanish as a global economic force, a major world literature, and an avenue for genuine intercultural fluency offers a range of other motivations for a pursuit that can turn out to be be mind-expanding, even life-changing.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved.

A version of this article was published by The Commercial Appeal (Memphis, TN) on Fri., Sep. 27, 2013. Pablo J. Davis received his graduate training in Latin American History at Columbia and Johns Hopkins Universities, and is a longtime professionally certified translator and interpreter, as well as trainer in those fields as well as in intercultural awareness and skills (www.interfluency.com). He is currently studying law as a member of the Class of 2017 at the University of Memphis Law School