Día de los Caidos

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Lo que fue el Día de los Caídos (Memorial Day): en un principio, hace siglo y medio, una conmemoración de los combatientes muertos de uno y otro lado de la Guerra Civil norteamericana. Se llamaba “Decoration Day” porque su ritual central era el de adornar las tumbas de los caídos. Se celebraba en días distintos en el Sur y el Norte. Luego se fusionaron en un solo día feriado, instituido en aras de reconciliación nacional tras los cuatro sangrientos años del conflicto.

Lo que devino: una conmemoración más amplia de los caídos en nuestras guerras. El nombre comenzó a usarse en el tardío siglo XIX, y se hizo feriado federal oficial después de la Segunda Guerra Mundial.

Decoration Day, Kearney Neb. 1910

Día de los Caídos (Memorial Day), Kearney, Nebraska, año 1910. Foto gentileza de la Biblioteca del Congreso (US Library of Congress, American Memory).

Lo que a veces se vuelve: una celebración de todos los que han vestido el uniforme de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, aunque hay un día reservado para ese fin cada noviembre, el Día del Veterano.

Lo que no debería ser jamás: una celebración de las guerras. Algunas las hemos librado a la fuerza, han adelantado la causa de la humanidad, y tuvieron sus momentos de nobleza. Defender nuestros hogares y libertades es justo. Pero el solo decir que una guerra es justa no hace que lo sea, ni tampoco—por más que nos duela—el hecho de derramarse la sangre de uno de los nuestros hace que la causa sea justa.

Aquellos que más han conocido la guerra, suelen ser los que más la aborrecen. Otros, que creen conocerla por las páginas de los libros o por el heroismo representado en grandes pantallas plateadas, parecieran ser los más entusiasmados en precipitar a su país (pero no a sí mismos) en aquel infierno.

Y es un infierno: hasta la guerra más justa mata, mutila y destruye, sembrando crueldad, enfermedad y ruina. Ni guerreros ni civiles se escapan de su látigo.

Se nos dice, much, que Memorial Day es un día de gratitud, en que agradecemos a los que se sacrificaron por nuestra libertad. Yo sé que eso es lo que, se supone, debemos pensar. Es lo políticamente correcto, en el verdadero sentido de esa frase: es la interpretación de este día que es más cómoda para la consciencia de las autoridades que han enviado a nuestra gente a la guerra.

Y a veces, estoy de acuerdo, “Gracias” es el sentimiento más apropiado. Pero no sé si alguien tenga el derecho de decirnos, como ciudadanos, lo que debemos pensar y sentir. Quizá haya ocasiones en que las palabras que nos salen del alma son “Lo siento”. Y otras veces—en realidad, siempre—las palabras que llevamos escritas en el corazón son: “Los queremos, los extrañamos… y nos acordamos.”

Hace noventa y ocho años, en mayo del 1918, el soldado y poeta inglés Wilfred Owen escribió estos versos sobre un soldado caído cuyos camaradas lo trasladan al sol, con la ilusión de que sus cálidos rayos lo ayuden a recuperarse. (La traducción al español es de un servidor.)

Pónganlo al sol—
Tiernamente su caricia lo despertó una vez,
En su casa, susurrándole de campos a medio labrar.
Siempre lo despertó, aun en Francia,
Hasta esta mañana y esta nieve.
Si hay algo que pueda revivirlo ahora,
El viejo buen sol lo sabrá.

Piensen cómo despierta las semillas,—
Despertó, una vez, la arcilla de un astro frío.
¿Tanto cuesta avivar brazos, piernas, flancos,
Abastecidos de nervios, con calor aún,?
¿Para este fin la arcilla se puso de pie?—
Ingenua la ilusión de los rayos del sol,
Cuando primero perturbaron el reposo de la tierra.

Dos meses después de escribir este poema, titulado “Futilidad”, Owen sufrió una herida de bala en el cráneo. Cuatro meses más tarde, justo al final de la “Gran Guerra” que hoy llamamos Primera Guerra Mundial, el poeta falleció. Wilfred Owen tenía veinticinco años.

Pablo J. Davis

Herencia hispana: por qué importa el español

La Mezquita, or Cathedral-Mosque of Córdoba, southern Spain, is considered one of the treasures of humanity and is a UNESCO World Heritage Site. Its majestic geometry embodies the encounter of Africa, Europe, and Asia that unfolded in complex ways in medieval Spain and helped shape the modern Spanish language.

La Mezquita y Catedral de Córdoba, en el Sur de España, se considera uno de los tesoros de la cultura humana y está entre los sitios de Patrimonio Mundial de la UNESCO. En su majestuosa geometría, logra plasmar el complejo encuentro de Áfria, Europa y Asia que se fue desarrollando a lo largo del Medioevo ibérico, y que influyó profundamente en la evolución de la lengua española moderna.

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Es fuerte el predominio del español entre las lenguas extranjeras en Estados Unidos. Lo estudiaban 865,000 universitarios en el 2009; lo seguían el francés (216,000) y el alemán (96,000). El español convoca a más alumnos que todas las demás lenguas extranjeras juntas. En los grados K-12 (para usar el término norteamericano) de las escuelas públicas, las cifras son aun más abrumadoras: en 2007-08, 6.4 millones de alumnos cursaban español (el 72% de todos los estudiantes de lenguas extranjeras) al lado de apenas 1.3 millones para el francés en el segundo puesto.

¿Por qué se estudia tanto “la lengua de Cervantes” en EE.UU., si bien no siempre con un éxito rotundo? A continuación, algunas de las motivaciones más comunes:

Una población grande y creciente. La población hispanohablante de EE.UU., más de 40 millones, sobrepasa a las de la casi totalidad de los países hispanos. Para muchos norteamericanos, las cifras del Censo de por sí demuestran la importancia del español y subrayan la conveniencia de aprenderlo. Por no hablar de la geografía, que ubica al país hispano más poblado del planeta en la frontera sur de EE.UU. y millones de hispanohablantes más en las Antillas, a poca distancia de las costas de la Florida.

Servicio comunitario.  Gran número de jóvenes de nobles ideales buscan aprender el español para poder desarrollar actividades de servicio a la comunidad inmigrante, en áreas tales como alfabetización, salud, asesoramiento legal y educación, o bien en misiones de fe religiosa. A su vez, estas interacciones devienen en muchos casos un vehículo para el “aprendizaje en servicio”, donde lo aprendido en el salón de clases se somete a la enriquecedora prueba de la experiencia real.

¿Lengua “fácil”?  La percepción del español como de fácil aprendizaje está muy difundida. De hecho, los universitarios norteamericanos típicamente lo ven como el modo más accessible de llenar el requisito de lengua extranjera de su institución. Es una verdad a medias: indudablemente, el español es una maravilla de consistencia gramatical y fonética, debido en gran medida a la Gramática de Nebrija (año 1492), una de las más tempranas para cualquier idioma moderno, como asimismo la fundación en 1713 de la Real Academia Española. Pero alcanzar un verdadero dominio de la lengua, ni remotamente puede considerarse tarea fácil.

¿Una lengua “cómica”? La frecuente fascinación con el llamado “Spanglish” —la incorporación de palabras y estructuras del ingles en el habla inmigrante— interpreta como cosa rara un fenómeno completamente natural cuando entran en contacto poblaciones con diferentes idiomas. Es un recurso lingüístico, no un dialecto ni mucho menos un idioma propio. El fenómeno inverso, bastante distinto, es el llamado “Faux Spanish” (falso español) entre angloparlantes: con frases como “no problemo” (no hay problema), “perfectamundo” (perfecto, perfectamente), “mucho macho” (muy macho, machote o hasta machista) y “el grande jefe” (gran jefe), transmite una actitud entre juguetona y burlona hacia el español y quienes lo hablan.

Lengua de trabajadores e inmigrantes. Muchos norteamericanos asocian el español con inmigrantes pobres, en muchos casos indocumentados  —percepción comprensible a la luz de las obsesiones mediáticas y políticas en la actualidad, y tal vez de la experiencia directa de muchas personas. Desde esta perspectiva, la utilidad del idioma pasa por la comunicación con los trabajadores, o por su supervisión en el lugar de trabajo. ¡Pero no se trataría en todo caso de un idioma “serio”, absurda noción expresada no hace mucho tiempo atrás por una prestigiosa escuela privada de Virginia que en su sitio web se jactaba de ofrecer, por razones de “rigor academic”, solamente francés! Una premisa similar animaba al juez que, en sonado caso de agosto de 1995 en un juzgado de familia de Amarillo, Texas, ordenó a una inmigrante mexicana que dejase de hablar con su hija de cinco años en español, lengua cuyo uso constituía “abuso infantil” y que condenaría a la niña a un futuro “de sirvienta”. (Tanto la escuela como el juez dieron marcha atrás posteriormente, tras sufrir sendas avalanchas de críticas públicas.)

Una cultura “pintoresca”.  En Estados Unidos, es común oir expresiones de fascinación por la cultura hispana, pasando éstas muchas veces por la salsa (cocina) y la salsa (música y danza). Sin lugar a dudas, hay muchísimo interés sincero. A la vez, con adjetivos como “colorido”, “pintoresco”, “simple” y “exótico” se pinta un mundo hispano de campesinos, de vida rural y pueblerina, de una vida sumergida en “la tradición”. Esta perspectiva puede, sin querer, terminar por situar a los hispanos o latinos en un pasado primitivo, incluso fuera del tiempo. En otra perspectiva común, el español es visto como lengua de lugares adonde van muchos universitarios durante el receso de primavera, y otros turistas, a hacer “vida loca”. Se trata, en muchos casos, de lugares que, en un pasado, Estados Unidos conquistó, ocupó o dominó. De hecho, es ésta la otra cara de la moneda de “la lengua de trabajadores ilegales”. Una larga historia de relaciones de poder  ha sembrado hábitos de pensamiento fuertemente arraigados.

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¡Tamaña mezcla de razones y motivaciones (y es sólo un muestreo)! Aquí hay una sincera inquietud por conocer otras culturas,  el llamado al servicio, la fe y el amor a la justicia. Al mismo tiempo, nos topamos en cierta medida con la romantización simplona, la condescendencia y agendas del poder.

Hay otras razones para estudiar y buscar profundizar el dominio del español, factores clave de su importancia de la lengua y de su aprendizaje, en estos comienzos del siglo 21.

Una lengua global. El español ya ocupa el segundo puesto entre los idiomas del mundo, de acuerdo al número de hablantes nativos, excedido sólo por el chino mandarin. Más de 410 millones de personas (más de 1 de cada 20 seres humanos) lo tienen como primer idioma, más que el inglés que ocupa el tercer puesto con unos 360 millones —aunque el inglés salta adelante del español si se cuenta a aquellos que lo hablan como segundo idioma. El portugués (al que me gusta llamar la lengua “melliza” del español, proximidad que el inglés no goza con ninguna lengua viva) tiene más de 220 millones de hablantes nativos, en su mayoría en la ascendente potencia que es el Brasil. Los hispanohablantes comprenden en buen grado el portugués y de por sí cuentan con un “envión” natural al abordar su aprendizaje.

Potencia económica. Los 53 millones de hispanos en EE.UU. (¡1 de cada 6 personas!) gastan unos $1.3 trillones (o sea millones de millones) anualmente y el producto bruto interno (PBI) de los países hispanos es de $3.4 trillones, igual a la potencia industrial que es Alemania. Si incluimos a la república hermana del Brasil, la cifra asciende a $5.9 trillones, a la par de Japón. Hay incontables mercados en que vender, trabajos a desempeñar, textos a traducir por personas que tengan un buen dominio del idioma (dominio, a fin de cuentas, inseparable de la comprensión cultural).

Una civilización mundial. Los idiomas encarnan la experiencia y creatividad de los pueblos. En el caso del español, esto abarca desde los antiguados legados íbero, celta, romano y germánico, además de la singular presencia rom o gitana (la palabra, derivada de “egiptano”, voz que da cuenta del paso de una porción de esa etnia errante por el Norte de África, por vía Egipto); casi un milenio de coexistencia cristiano-judío-musulmana; el primer imperio global de la historia; y, hoy, veinte sociedades multiculturales de herencia indígena, africana, europea y asiática. Como botoncito de muestra de la riqueza cultural plasmada en el español, consideremos cómo, en sociedades de fuerte mayoría cristiana, se expresa un deseo con la voz Ojalá, derivada del árabe (Inshallah).

El Caballero de la Triste Figura. El Quixote de Cervantes probablemente sea la obra de ficción más conocida y amada del mundo entero. Corona a una literatura que incluye la brillante poeta mexicana del siglo 17, Sor Juana Inés de la Cruz; ese maestro absoluto del estilo moderno, José Martí, caído en combate por la independencia de Cuba; el amado poeta chileno, Pablo Neruda; el argentino Jorge Luis Borges con sus misterios metafísicos; y los grandes relatores de nuestros tiempos, entre ellos el colombiano Garcia Marquez, el peruano Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, la chilena Isabel Allende y Julia Álvarez d la República Dominicana.

La recuperación de la propia herencia.  Para una considerable proporción de los hispanos nacidos, o al menos criados, en EE.UU., el inglés es su lengua dominante o posiblemente único (nótese la diferencia entre las cifras de población hispana, 53 millones, y población hispanoparlante, 40 millones). Para aquellos expuestos al español en la infancia, sobre todo en el hogar (los docentes de lenguas los llaman estudiantes “de herencia”), aprender el idioma puede constituir una poderosa experiencia de recuperación de un patrimonio cultural y familiar.

Una vision de la vida.  Llegar a dominar el español es aprender otra manera de estar en el mundo, una peculiar combinación de seriedad, humor, jerarquía y dignidad. El angloparlante que lo hace, aprende a dejar de lado ese ubicuo pronombre imperial de “I” (¡único pronombre que lleva mayúscula en inglés!), adoptando en su lugar el yo, usado con mucha más moderación: el español reviste cierta modestia.  Uno aprende palabras para relaciones y costumbres que el inglés no puede nombrar: comadre y compadre para quienes apadrinan el hijo de uno, o a la inversa, tocayo para quien comparte el mismo nombre, sobremesa para ese largo y placentero rato que se pasa en la mesa conversando después de la comida. Al decir “Hasta mañana”, se agrega en muchos casos “si Dios quiere”: pequeña pero significativa reverencia lingüística ante la Deidad, o simplemente las incógnitas del porvenir.

Hay muchas rázones validas para estudiar español. Puede ser parte de la preparación para vacaciones en Cancún, o para mejor el funcionamiento de la oficina de recursos humanos de una compañía, o mil cosas más. Pero reconocer en el español una pujante fuerza económica global, una literatura que se sitúa entre las grandes del mundo y un camino a la verdadera fluidez intercultural ofrecen otras razones para estudiarlo, razones que expanden la mente y cambian la vida.

Copyright ©2013 by Pablo J. Davis. All Rights Reserved. Se reservan todos los derechos.

Se publicó una versión de este artículo en The Commercial Appeal (Memphis, TN) el viernes 27 de septiembre de 2013. Pablo J. Davis hizo sus estudios de pos-grado en Historia de América Latina en las universidades de Columbia y Johns Hopkins. Es traductor e intérprete profesionalmente certificado con larga experiencia, y especializado en traducción e interpretación legal; ofrece además entrenamiento en esos campos y en destrezas interculturales (www.interfluency.com).